En su meditación de Semana Santa, Mons. Silva realizó su prédica con un título desafiante: ¿cuál es la espiritualidad del discípulo hoy? Abordó el tema desde tres núcleos concretos: el discípulo y todo lo concerniente a la identidad de la persona; hoy, es decir, condicionado por los tiempos que vive; y, finalmente, la espiritualidad o cuál es la savia que nutre esa identidad.
A la luz del documento de Aparecida, la Identidad se define a través de cuatro elementos: encuentro y vinculación, configuración existencial con Jesucristo; testimonio y misión y -finalmente- comunidad.
Los discípulos de Emaús se encuentran con Cristo Resucitado, y se quedan junto a Él. Este vincularse es una característica esencial del discipulado e implica unirse y permanecer fiel, y resulta diferente a acatar u obedecer normas. Ser discípulo es tener una personalidad “Crística”, es vivir en El, traspasar su imagen. Lo externo, las reglas son fruto del encuentro con el Señor que me hace actuar como cristiano.
Somos conscientes y libres en nuestra configuración existencial con Jesucristo. A medida que cambian los contextos en la vida de cada persona, se toman decisiones. No se actúa de igual modo cuando se es estudiante que profesional, soltero que casado. De igual manera cambia la dimensión religiosa. Se debe optar como cristiano, poner la vida al servicio de una opción hecha libremente. Al crecer, es precisa una opción personal por Jesucristo, fomentar una amistad que debe cultivarse, jugarse la vida por El.
Esa amistad con Cristo nos plenifica, da sentido a la vida. Y nadie es cristiano si esa realidad plenificante no se ofrece a otros. Si Cristo, mi amigo, me conmueve y es motor de mi existir, ¿cómo no comunicarlo?, ¿cómo no testimoniarlo? Testimonio y Misión son dos consecuencias inevitables del encuentro, la vinculación y la configuración. Chile es hoy tierra de misión. Misión que se vive en la ciudad, en el campo, en donde nos toque vivir. Gente que no cree, que no ha experimentado la vida nueva. Testimonio es ser testigos de la alegría del encuentro con Cristo. Es tiempo del anuncio: Tú también puedes tener ese encuentro con Jesucristo.
Poco de esto puede hacerse fuera de una comunidad. Los antiguos cristianos, plenos del encuentro con el Resucitado participaban juntos de las enseñanzas recibidas, ponían sus bienes en común, celebraban la Eucaristía y oraban en comunidad.
La familia debe ser la primera comunidad, la Iglesia doméstica en donde se comparte la dimensión comunitaria. Esta dimensión que está cada vez más amenazada por el individualismo y signada por el egoísmo.
La identidad cristiana se vive en el hoy. Hoy es diferente al siglo XIV, hoy es diferente a cuando era chico. La vida cristiana hoy es diferente y cambia con el contexto. Es necesario ver el hoy, mi hoy, para poder discernir cómo afecta mi vida cristiana.
Hay seis tendencias que la afectan: individualismo, subjetivismo, ocio, inmediatez, virtualidad y personalismo.
Actualmente el bien común ha quedado relegado al bien del individuo. Las personas ya no creen importante ceder su tiempo en bien de la comunidad. La pertenencia a un grupo ayuda en cuanto es funcional al bien individual. Las familias son pequeñas y las relaciones reducidas.
Se da preponderancia a la sensación o experiencia en desmedro del argumento. Es más importante lo que se siente que el análisis intelectual. Se ha pasado de una sociedad enfocada en el trabajo para el futuro. ¿Cómo ser discípulo en una sociedad del mínimo trabajo y máximo ocio? Vivimos en la sociedad del bienestar. Ya no hay sacrificio ni deber. El éxito y triunfo personal debe ser fácil e inmediato. Las personas no se relacionan frente a frente, sino desde la impersonalidad de lo virtual. Hay pocos amigos y menos personas que se la jueguen por el otro.
Esto afecta directamente la evangelización: ¿qué entiende hoy un joven por “encuentro personal con Jesús”? ¿Qué se entiende hoy por “vinculación”? Este es uno de los grandes desafíos.
Otra de las instancias es el paso de la institución al individuo, a la persona. Las instituciones hoy son relativas y no tienen sentido. Anteriormente la Iglesia daba cobijo. Al perderse el significado provisto por la institución, hoy es la persona la que pone el significado. Por ejemplo: soy cristiano, pero voto por el aborto.
Frente a todo esto, ¿cómo ser cristiano? ¿cómo traspasar estos valores?
Para el cristiano, la vida se define por tres características: el encuentro y vinculación con Cristo, el encuentro conmigo mismo y con el otro; y -finalmente- extender el proyecto de Cristo.
¿Cuál es la espiritualidad que nutre estos ámbitos?
Nuestra espiritualidad debe ser trinitaria. Encontrarse con el Hijo es descubrir al Padre y al Espíritu Santo que procede de ambos. No puedo encontrarme sólo con alguno de ellos. La imagen familiar marca nuestra espiritualidad y debe haber una sanación en ese aspecto para poder vivir una espiritualidad plena.
La dimensión de la cruz es la que alimenta nuestro encuentro con Cristo. Jesús llevó una vida complicada histórica y sociológicamente. Vivió una vida de conflicto y -fundamentalmente- de tipo religioso. Su imagen de Dios se contraponía a la que tenían los sacerdotes de su tiempo. La experiencia de Jesús era la de un Padre misericordioso versus la imagen del Dios de Justicia de los judíos. Cristo nos pide tomar la cruz. Si Cristo fue incomprendido por los de su tiempo. ¿Qué esperamos nosotros? Si nos critican porque hacemos las cosas mal, el mundo tiene razón. Pero, si nos critican porque anunciamos la salvación y la alegría del Reino, entonces vamos bien.
Ahora bien, ¿cómo encontrar a Cristo? A través de la dimensión contemplativa, inyectándonos una espiritualidad de contemplación. Hemos dicho que la vinculación es esencial para la vida cristiana. Al leer el Evangelio voy conociendo a Cristo, en sus acciones, luego en sus actitudes, para llegar al nivel más profundo de lectura y vinculación: en sus motivaciones.
¿Cómo conocer a Cristo si no soy capaz de contemplar Su palabra? La contemplación nos permite ver los signos de los tiempos, los rostros de Jesús.
Al ver las actitudes y motivaciones de Jesús en el Evangelio, se produce un cambio en la lectura y se genera un encuentro. Encuentro que da sentido y esperanza a lo que vivimos.
No cambia la situación. El cambio se produce en la persona, en la mirada hacia la vida. Esta dimensión contemplativa de la espiritualidad es muy difícil de lograr en este mundo de hoy tan contrario al encuentro.
Es preciso que la espiritualidad del encuentro con los otros y conmigo mismo tenga una dimensión eclesial. La Iglesia nos provee elementos para el encuentro con Cristo a través de los sacramentos, de la comunidad.
También es importante la dimensión solidaria. No vale una espiritualidad que nos encierre en nosotros mismos. El cristianismo se valida en relaciones. No en eventos de caridad. Me relaciono con el otro, soy solidario porque Cristo lo fue. ¿Qué ganas y qué tiempo me doy para acoger al otro? Compartir los bienes materiales y espirituales es una de las claves y causas para que los otros puedan creer. Esto fue lo que motivó la propagación del cristianismo en los primeros tiempos. La solidaridad, junto con el encuentro personal, fueron una buena forma de posicionarse en la sociedad de ese entonces y sigue siéndolo hoy. Transmitir la alegría y la esperanza, frutos del encuentro con el Resucitado.
Finalmente, la espiritualidad debe tener una dimensión encarnada. Jesús tomó lo nuestro, para compartirlo y perfeccionarlo. No para ser desechado. El acercamiento a Jesús debe ser desde la propia realidad. Los pecados y debilidades son parte de la espiritualidad. Me acerco a Jesús con mis heridas, con necesidad de ser “misericordiado”.
La espiritualidad encarnada toma en cuenta mis dificultades. Jesús nos acepta y ama como somos. No hace falta esperar un mundo ideal. Debemos ser reflejo de la humanidad hoy. La espiritualidad encarnada es la espiritualidad de la transformación y el cambio. Va con el mundo a Dios y regresa de Dios al mundo y a la propia vida.
Todo está bien. Dado que venimos de Dios, podemos ver las cosas de manera optimista. A partir de allí, mejorar.
31 de marzo de 2018
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