Vosotros sois mis amigos. Desde niño, en medio de la veneración y respecto que
sentía hacia los sacerdotes, veía en ellos unos hombres distintos y privilegiados.
Eran los amigos de Dios y también míos. Apreciaba en ellos la persona que
acogía, que siempre tenía unas palabras de comprensión y de amabilidad. Que
hacían cosas santas y que su vida lo era también.
Ahora, después de tantos años de obispo, no solo no ha cambiado mi opinión,
sino que tengo el convencimiento más arraigado y la veneración y el afecto más
conscientes y profundos. Los sacerdotes son los amigos de Cristo y también los
míos
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