Renato Martinez – Ciudad del Vaticano
“Aprovechemos este tiempo un tanto extraño para acoger y vivir el Espíritu en nuestras casas y redescubrir la riqueza y el don de nuestras Iglesias domésticas junto con Jesús, que vive con nosotros”, lo escribe el Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, en una reflexión publicada este sábado, 21 de marzo, en el periódico de la Santa Sede, L’Osservatore Romano, en la que propone un modo concreto para ser “Iglesia doméstica”.
La Familia un tesoro en la Iglesia
El Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida tomando como hilo conductor algunos numerales de la Exhortación Apostólica del Santo Padre sobre el amor en la familia, “Amoris laetitia” (AL), señala que en la Iglesia tenemos un tesoro escondido: la familia. Además, el Cardenal Farrell recuerda que, “el Señor siempre ha acompañado cada crisis de su pueblo con mensajes extraordinarios y parece hacerlo también ante esta pandemia, que nos obliga a todos a un retiro forzado en nuestras casas”. En muchos países, las celebraciones litúrgicas se han suspendido, muchas iglesias están cerradas, e incluso es peligroso ir a ellas. Es precisamente en este aislamiento, afirma el Purpurado, “que el Espíritu nos sugiere redescubrir el sacramento del matrimonio, en virtud del cual nuestras casas, por la presencia constante de Cristo en la relación consagrada de los cónyuges, son una pequeña Iglesia doméstica”.
Redescubrir la Familia como Iglesia domestica
El Cardenal Farrell citando AL, 67, señala que “Cristo sale al encuentro de los esposos y permanece con ellos”, Jesús no se va, está presente en sus casas no sólo cuando se reúnen y rezan, sino en todo momento; por ello, los cónyuges garantizan la presencia de Jesús en la casa, las 24 horas del día. “En virtud de esta realidad – precisa el Prefecto – podemos aprovechar este tiempo particular como el tiempo en el cual cada familia cristiana puede redescubrir lo que es: una manifestación genuina del misterio, que es la Iglesia como Cuerpo de Cristo. De hecho, los cónyuges ‘edifican el Cuerpo de Cristo y constituyen una Iglesia doméstica’. De este cuerpo, cada familia es una parte esencial, que se construye a partir de los pequeños gestos cotidianos, donde Jesús está permanentemente presente.
Un tiempo para ejercitar la caridad
En el contexto actual, afirma el Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, el Señor nos está ofreciendo un tiempo para prepararnos, un tiempo de entrenamiento, en espera que podamos derrotar este mal. “Un tiempo en el que, viviendo apretados en nuestras casas, estamos llamados a hacer continuos ejercicios de caridad”. En este tiempo de “cuarentena”, el Cardenal Farrell nos invita a preguntarnos: ¿Cuántas veces al día en estas horas el Señor nos da la oportunidad de mirar tiernamente a nuestros hijos, con amorosa paciencia a nuestro cónyuge; de moderar el tono de la voz aunque si a nuestro alrededor reina un desorden inesperado; de educar a nuestros hijos al buen uso de este tiempo dilatado en casa, que parece no pasar nunca; de educarlos al diálogo hecho de escucha dada al otro, de calma interior, de respeto, aunque el otro sea diferente de cómo me gustaría que fuera?
Una pre-evangelización a través de las casas
Asimismo, el Cardenal Farrell señala que este tiempo, es un tiempo de crecimiento, en el que tenemos que aprender a seguir el ritmo de los días, ya no controlado por el trabajo frenético y una gestión familiar dominada por el "hacer". “Qué importante es, en esta nueva dimensión en la que estamos lanzados – afirma el Purpurado – que el marido y la mujer sepan mirarse a los ojos y hablarse, planeando juntos las horas del día, conscientes de que dentro del hogar hay una hermosa presencia que surge de su relación: Jesús. Porque este no es sólo un momento de entrenamiento humano, sino también espiritual”. Es un tiempo de pre-evangelización, “en y a través de las casas”, como en el tiempo de las primeras comunidades cristianas, durante el cual el Señor nos invita a reunirnos como familias, a rezar juntos, alrededor de una vela encendida, para recordarnos que hay Alguien que nos mantiene unidos y que, en este tiempo de desconcierto, nos ama.
La celebración de la liturgia doméstica
Por ello, el Prefecto de este Dicasterio alienta a acoger la invitación que el Señor nos dirige en nuestros hogares: reunámonos en familia los domingos para celebrar de manera más solemne la liturgia doméstica que, en virtud de la presencia de Jesús, se realiza habitualmente mediante los gestos entre los cónyuges. “El modo de hacerlo es sencillo – precisa el Cardenal Farrell – podemos reunirnos todos en una habitación, recitar un salmo de alabanza, pedirnos perdón unos a otros con una palabra o un gesto entre los cónyuges y entre los padres y los hijos, leer el Evangelio dominical, expresar un pensamiento sobre lo que la Palabra suscita en cada uno, formular una oración por las necesidades de la familia, de los que amamos, de la Iglesia y del mundo. Y finalmente, confiar al cuidado de María nuestra familia y todas las familias que conocemos”.
La tecnología moderna al servicio de la Familia
Finalmente, el Cardenal Kevin Farrell señala que, también la tecnología moderna está al servicio de la Familia. “¿Y por qué no intentar hacer comunidad, rezando los domingos con más familias, vía Skype, o con otros sistemas de audio o video conferencia, aprovechando la tecnología moderna?”. Porque como dice el Evangelio, "donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". “Recordemos que los esposos – concluye el Purpurado – son el signo del Misterio Pascual que se celebra en cada Eucaristía; son profecía, un anuncio encarnado en una vida cotidiana hecha de pequeños gestos, que expresan el don de sí mismo, como lo hizo Jesús”.
FUENTE: vaticannews
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