Fuente: Vatican news
"El Señor ama implicarnos en su obra de salvación, nos quiere activos con Él, nos quiere responsables y protagonistas". Fueron las palabras del Papa Francisco en su alocución previa a la oración del Ángelus.
Ante unos 20 mil fieles congregados en la plaza de San Pedro, Francisco reflexionó sobre el Evangelio de la Liturgia de este domingo, 21 de enero, que narra la vocación de los primeros discípulos llamados por Jesús a seguirle para "convertirse en pescadores de hombres"
"Un cristiano que no es activo, que no es responsable en la labor de anunciar al Señor y que no es protagonista de su fe no es cristiano", enfatizó el Pontífice iniciando su reflexión y a continuación precisó que Jesús por sí mismo, no tendría por qué involucrar a los hombres para difundir su Palabra, “pero lo hace, a pesar de que implica asumir tantas de nuestras limitaciones”. Francisco evidenció la paciencia que tuvo Jesús con los discípulos “que a menudo no comprendían sus palabras, no se llevaban bien entre ellos, durante mucho tiempo no lograron acoger aspectos esenciales de su predicación, como el servicio”.
Sin embargo, Jesús los eligió y siguió creyendo en ellos. Esto es importante, el Señor nos eligió para ser cristianos. Y somos pecadores, hacemos una cosa tras otra, pero el Señor sigue creyendo en nosotros. Esto es maravilloso.
De hecho – explicó el Santo Padre – “llevar la salvación de Dios a todos ha sido por Jesús la felicidad más grande, la misión, el sentido de su existencia. Y en cada palabra y acción con la que nos unimos a Él, en la hermosa aventura de donar amor, se multiplican la luz y la alegría: no sólo a nuestro alrededor, sino también en nosotros”.
Anunciar el Evangelio, entonces, no es tiempo perdido: es ser más felices ayudando a los demás; es liberarse de sí mismo ayudando los demás a ser libres; ¡es hacerse mejores ayudando a los demás a ser mejores!
Finalmente, el Papa invitó a interrogarnos sobre sobre nuestra capacidad de responder a la llamada de Jesús:
¿Me detengo de vez en cuando a recordar la alegría que creció en mí y alrededor de mí, cuándo acogí la llamada a conocer y a testimoniar a Jesús? Y cuándo rezo, ¿doy gracias al Señor por haberme llamado a hacer felices a los demás? Y finalmente: ¿deseo hacer gustar a alguien, con mi testimonio y mi alegría, hacer gustar lo hermoso que es amar a Jesús?
Y a María, elevó su oración para que “nos ayude a gustar la alegría del Evangelio”.
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