En el contexto de la última campaña de la Escuela de Suboficiales del Ejercito de Chile en Pichicuy (del mapudungún: Pichi kuykuy ‘puente pequeño’), Longaví, el Capellán de la Escuela P. Gabriel Becerra Ortiz, es quien está encargado de la asistencia religiosa a la Unidad, co0n la finalidad de fortalecer el Espíritu de Cuerpo de la Unidad, motivo por el cual realiza la celebración Eucarística con la presencia de delegaciones de las compañías de instrucción junto a sus comandantes.
Si se revisan con detención los valores que rigen la conducta militar en los distintos ejércitos, se puede convenir que muchos de ellos remiten a la conservación de esa potencia colectiva: la disciplina, la lealtad, y principalmente, el espíritu de cuerpo fundamentan una esencia de la labor militar basada en la conformación de grupos humanos organizados en torno a una difícil tarea común. El término espirit du corps fue acuñado originalmente por el estratega francés Adrant Du Picq en su compilación de Estudios sobre el combate, donde entrega una de las primeras aproximaciones psicológicas al fenómeno de la cohesión grupal en la guerra; el “espíritu de cuerpo” conjuga el sentido de honor y pertenencia, con la disciplina de las masas para explicar los triunfos militares: “el éxito en la batalla es un asunto de moral”.
La Ordenanza General del Ejército de Chile establece al Espíritu de Cuerpo como uno de los valores fundamentales del Ejército –junto con la Disciplina, el Honor y la Abnegación, entre otros– definiéndolo como un “afecto común. Aquel que, sin caer en corporativismos, deben sentir todos los soldados por la unidad a la que pertenecen y sus integrantes, que lleva a trabajar armoniosamente y en comunidad de propósitos y fines”.
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