Santiago, 13 julio 2023.
Con motivo de la celebración de la virgen del Carmen, en que se celebra el día de la Espiritualidad de las Fuerzas Armadas, Carabineros y sus familias se dieron cita en la Catedral Castrense, con la presencia del Subsecretario del Ministerio de Defensa, generales, almirantes, delegaciones de las Fuerzas Armadas y de Carabineros, cadetes y aspirantes para celebrar junto a las delegaciones y fieles en general, a la Virgen María bajo la advocación de Nuestra señora del Carmen.
MONS. PEDRO OSSANDÓN:
Es una buena oportunidad para preguntarnos sobre el significado y la importancia de la espiritualidad en la vida y en la familia de cada uniformado. La mejor persona que nos ayuda a entender y llevar a la práctica la vida espiritual es precisamente la Madre de Jesús. Claro, porque ella concibió en su seno materno, “por obra del Espíritu Santo” al Niño Dios y recibió del mismo Espíritu su sabiduría y fortaleza para cumplir la misión que se le encomendó. Con esta gracia de Dios, ella acompañó a su Hijo hasta el sacrificio de su vida en la cruz, en su resurrección y en Pentecostés. Y así, durante toda su vida, la Virgen María recibirá y cultivará con la fuerza del fuego del amor del Espíritu Santo, una profunda espiritualidad. Esta fuerza de lo alto le ayudará a enfrentar sabiamente los acontecimientos gozosos, dolorosos, luminosos y gloriosos de su vida como Madre y discípula de Jesucristo el Señor. En su testimonio de vida descubrimos entonces, lo que Dios realiza en nuestra propia vida y qué es y para qué sirve la espiritualidad cristiana, la vida interior, de los militares y carabineros de Chile.
De nada le habría servido a la Madre del Señor ser buena persona, hacer el bien y entender lo que Dios le pedía si no hubiera recibido esta fuerza del Espíritu Santo que la llenó del fuego de la caridad. Así lo comprende san Pablo en su carta a los Corintios: “Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios, -el saber más elevado-, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy. Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve. El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo. No se alegra de lo injusto, sino que se goza en la verdad. Perdura a pesar de todo, lo cree todo, lo espera todo y lo soporta todo.” (1 Cor 13, 1-7) El Espíritu Santo dotó con todas estas amables virtudes a la Madre del Salvador. En la santidad de la Virgen del Carmen aprendemos a conocer y practicar la imprescindible y esencial espiritualidad cristiana.
La Virgen del Carmen nos recuerda que para ser buen cristiano, soldado y carabinero hay que cultivar la vida en el Espíritu a través de la oración, los sacramentos, la fraternidad y el servicio a la comunidad. Sostenidos y guiados por el Espíritu Santo que hace crecer en el corazón castrense una motivación y entusiasmo que jamás desaparecerá. Cultivar una profunda espiritualidad, unidos a la Virgen y a su Hijo Jesús, nos hace encontrar y realizar la voluntad de Dios que nos hace libres, sabios, buenos y bienaventurados para amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo, a la familia chilena, como a uno mismo.
Es de tal importancia la vida en el Espíritu que es necesario recordar que la vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo, los que son disposiciones permanentes que hacen a la persona dócil para dejarse tomar por la fuerza de Dios. Por eso rezamos con el salmista: “Tu espíritu bueno me guíe por tierra llana” (Sal 143, 10); y escuchamos a san Pablo que nos recuerda que “todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Rom 8, 14).
Es tan importante esta sagrada verdad que la Iglesia nos recuerda una y otra vez el llamado universal a la santidad de todos los bautizados, de todos los bautizados civiles y militares. Aquí se une, en esta común vocación a la santidad, la vida de un uniformado con su vida cristiana. Por esta razón decimos que para ser un buen servidor castrense hay que ser buena persona y para ser buena persona hay que pedir la gracia de la vida interior, de una profunda espiritualidad, el don de la santidad que nos une a Cristo, el buen Pastor. Así lo entendió y lo vivió el joven Alberto Hurtado cuando hizo su servicio militar como cristiano y como conscripto. Así Dios lo llenó de gracia y lo santificó como misionero de la vida y de la paz en una misma misión evangelizadora.
Es tan indisoluble la relación de la formación espiritual con la militar en el soldado, que no se entiende la formación integral de una persona sin la asistencia de los dones que Dios pone a su disposición para recibir la gracia de la bondad para servir a la Patria. Por lo tanto, la vida militar es también un camino de santificación, así como también, la vida cristiana santifica al militar.
El Papa San Juan Pablo II lo afirma muy claramente, diciendo: “Naturalmente se debe subrayar que es necesario también una formación espiritual para crear, para encontrar y para desarrollar esta coherencia entre las dos vocaciones, aquella militar y la cristiana (…) (coherencia que se armoniza en una) afinidad con los trazos fundamentales de la vida de quien encuentra a Cristo y lo sigue haciéndose su discípulo (…) Afirma el Papa: “Laicos militares, pero al mismo tiempo cristiano llamados a una doble milicia: a la milicia de la patria y a la milicia de Cristo” “La vida militar y el servicio militar, continúa diciendo el Papa: son un útil ejercicio de preparación a la vida civil, un entrenamiento para tareas de utilidad pública, y exige asumir responsabilidad hacia los otros y hacia la comunidad nacional e internacional” (Audiencias 6 de abril de 1990 y 2 de abril de 1991).
En conclusión, la espiritualidad cristiana en la formación militar nos da la fuerza para derrotar el egoísmo y la prepotencia, nos hace personas humildes y de buena voluntad, nos guía para hacer el bien, nos hace ciudadanos comprometidos por la evangelización y por el bien común, nos da la gracia de la fraternidad y nos hace valientes para ofrecer la vida por la paz en nuestra comunidad nacional y entre todos los pueblos.
Y terminamos afirmando con el Papa Francisco: “Con el Espíritu Santo, en medio del pueblo siempre está María. Ella reunía a los discípulos para invocarlo (Hch 1,14), y así hizo posible la explosión misionera que se produjo en Pentecostés. Ella es la Madre de la Iglesia evangelizadora y sin ella no terminamos de comprender el espíritu de la nueva evangelización. (EG 284)
Que Nuestra Señora del Carmen, Madre y Reina de Chile y de los militares y carabineros con sus familias y capellanes, interceda por nosotros en el impulso evangelizador del Espíritu Santo para llenar de la alegría del amor de Dios los corazones de los servidores de la Patria. Amén.
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