Con la celebración de la Santa Misa In Cena Domini, se da comienzo al triduo santo en el Destacamento de Montaña de Los Ángeles. Actividades realizadas por el capellán de la Unidad, diácono permanente Omar Aguilera y acompañado del personal del Destacamento y de los nuevos Soldados Conscriptos
Mensaje doctrinal
1. El cordero pascual. En la cena se debía consumir el cordero pascual, un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Su sangre se debía rociar en las jambas y en el dintel de la casa simbolizando la salvación que correspondía a los primogénitos de Israel. Los israelitas debían comer de pie, con la cintura ceñida, bastón en mano, de prisa. Era la Pascua del Señor. Esto lo debían celebrar de generación en generación.
En la pascua cristiana es Cristo mismo el cordero que se inmola por la salvación de los hombres. Aquí también se da un paso de la esclavitud a la libertad, pero los términos se profundizan: de la esclavitud del pecado a la libertad de la gracia de los hijos de Dios. Cristo derrama su sangre en la cruz para liberarnos de la muerte y del pecado. Se ofrece en holocausto para establecer una nueva y definitiva Alianza con los hombres. En muchas ocasiones y de muchas maneras Dios había hablado a los hombres por medio de los profetas, ahora lo hace por medio del Hijo amado. Jesús describía su propio corazón cuando decía: Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos. Melitón de Sardes en una admirable página sobre la Pascua comenta: Él (Cristo) es aquel que nos rescató de la esclavitud para conducirnos a la libertad, nos llevó de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida, de la tiranía al Reino eterno. Ha hecho de nosotros un sacerdocio nuevo y un pueblo elegido para siempre. Él es la Pascua de nuestra salvación. (Homilía sobre la Pascua).
2. El lavatorio de los pies. El gesto del lavatorio de los pies va más allá de un simple ejemplo. Se puede decir que es una especie de signo de la misión y obra redentora de Cristo. El Señor nos purifica de nuestros pecados, cancela nuestras culpas, lava en su sangre nuestros delitos y nos conduce al Reino de su Padre. Su misericordia se derrama eternamente sobre nuestra existencia pecadora. Al lavar los pies a sus discípulos, Jesús hace presente la necesidad de purificación que tiene el hombre, la necesidad de salvación y les anticipa que gracias a su misterio pascual (muerte-resurrección del Señor) ellos quedarán libres de sus pecados.
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